Hace 490 años, el conquistador extremeño desenvainó su espada, la dirigió hacia el cielo, y te puso por nombre Ciudad de los Reyes. En tiempos virreinales, tus rincones fueron preñando balcones de celosías, mujeres de saya y manto, y varones de pelucas empolvadas, prolijos ellos en frases galantes a ser obsequiadas a aquellas tapadas de sinuoso andar y misteriosa identidad. Antes del encuentro con occidente, fuiste la cultura precolombina que brilló bajo el oráculo de Pachacamac, el dios de los temblores; en ti anidaron los señoríos Lima e Ychma, cuyas deslumbrantes edificaciones, llamaron ‘huacas’. Curioso es el hecho de que, ya en tiempos coloniales, tu nombre original haya sido rescatado: Lima; acaso una primaveral victoria sobre el barbado Marqués. Protagonista de autos de fe, ajusticiamientos, rebeliones, motines, golpes de Estado, sigues siendo el palpitar de la República del Perú. Como hijo tuyo, te saludo, Lima querida. Y me permito invitar a todas mis amigas y amigos del exterior, a que visiten la que fue, en su momento, la capital de toda América del Sur. Lima –sede de la primera universidad del continente americano- les sorprenderá con su pasado prehispánico, virreinal, y republicano.
Nací bajo tu cielo y creo que desde el vientre materno aprendí a quererte. Te fui conociendo más de la mano de mis padres, y ese amor infantil siguió creciendo. Te han llamado de distintas formas: Ciudad de los Reyes, Ciudad Jardín, la Tres Veces Coronada Villa, la Perla de Pacífico, Patrimonio Cultural de la Humanidad, y no faltó un célebre intelectual que te llamase ‘Lima, la horrible’, pero para los ojos y el corazón de este terco y devoto amante de tus calles y de las historias que ocultas en ellas, fuiste, eres, y seguirás siendo, mi más enriquecedora y edificante obsesión. ¡Feliz día, mi amada Lima y, por extensión, para todos tus hijos!
Lima, enero de 2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario