jueves, 23 de septiembre de 2010

CIEN AÑOS DE UNA HAZAÑA AÉREA MUNDIAL: JORGE CHÁVEZ


      El aeropuerto internacional de Lima lleva su nombre, y con él se bautiza a más de una calle en toda la República. Su figura perennizada en piedra, corona pedestales en plazas y parques del Perú, Francia, Italia y Suiza. Pero, ¿quién es este Jorge Chávez que no llegó a pisar la tierra de su patria y sólo vino a dar a ella hecho cadáver? Su nacimiento en París el 13 de enero de 1887, aunque matizado por el hecho de haber sido inscrito como peruano en el consulado patrio de la capital francesa, nos dice algo. Sus padres, el exitoso banquero Manuel Gaspar Chávez Moreyra y doña María Rosa Isabel Dartnell Guisse (1), formaban un matrimonio de limeños que, como tantos otros, huyó de la capital peruana tras la ocupación chilena, llegando a Francia en 1884. Sus hijos, a excepción del mayor, Felipe Manuel, habrían de nacer en el exilio europeo.

      Jorge Antonio, llegado a la adultez, hubiera podido optar por la nacionalidad francesa que le correspondía por nacimiento y por crianza; contrariamente a ello, siguió haciendo uso de su nacionalidad peruana y practicando el castellano junto a su madre y hermanos. Para cuando se graduó de ingeniero, su padre había dejado de existir. Con todo, los Chávez Dartnell mantenían su holgado estatus de vida, gracias a las utilidades que desde Lima les redituaba el negocio familiar, el Banco Chávez Hermanos.

      El Jorge de carne y hueso anidaba un espíritu aventurero. Seductor en más de un sentido, paseaba por las calles parisienses la pulcra y moderna vestimenta confeccionada a gusto propio, que habría de ser imitada por los jóvenes franceses de la época. Era el dandy de una familia que sumaba cinco hermanos. Una que otra vez endulzó con elegantes piropos los oídos de las jovencitas que supieron corresponder a su penetrante mirada. No era sin embargo un mero diletante; estudiante brillante y aplicado gimnasta, se dejó conquistar por los deportes y experiencias extremos, entre ellos, la ilusión de tentar el vuelo de los pájaros.


      Siete años antes de que Chávez remontara los aires por primera vez, la aviación no era más que el disparate de unos cuantos temerarios que pretendían poner en práctica las tesis renacentistas de Leonardo da Vinci. El temible vuelo de estos hombres había demostrado la posibilidad de acortar distancias, favoreciendo la comunicación postal. Los viajes cubrían cortas rutas, y la efectividad y rapidez del correo estaban supeditadas a lo que en adelante hicieran las líneas férreas. La aviación era fundamentalmente un deporte que no había abandonado del todo su etapa experimental.

      Corría el año 1910, cuando el joven ingeniero recién graduado, fascinado por la novedad y las posibilidades que este deporte ofrecía a futuro, mudó a aviador. Tras su paso por la escuela de los hermanos Harman, obtuvo su ansiada licencia de piloto, y el 28 de febrero de ese año sobrevoló la ciudad de Reims por espacio de una hora y cuarenta y dos minutos. Chávez se juzgó entonces lo suficientemente preparado como para tomar parte de su primera competencia internacional. Agenciándose de una máquina Voisin, se elevaría por los aires de Biarritz el 2 de abril, haciéndose de seis mil francos en calidad de premio. A éste seguirían otros torneos en Francia, Italia, Hungría, Inglaterra y Escocia.

      Entre abril y septiembre de 1910, los diarios europeos dieron cuenta de sus victorias en sendas notas que rebotaron en sus pares peruanos. El 8 de septiembre estableció la marca mundial de la época al alcanzar la altura de 2.652 metros. El Congreso peruano le expresó telegráficamente su júbilo por la proeza, a lo que Chávez contestó: “Agradezco compatriotas. No pierdo servicios aviación prestará Patria. (Fdo) Chávez”. Días después, manifestó a su hermano Felipe la ilusión de promover la práctica de la aviación en tierra peruana.

      Abrigaba este sueño cuando se anunció la competición de vuelo que habría de opacar a cualquier otra antes vista: cruzar los Alpes. Hasta entonces, nadie había osado vencer aquella muralla natural entre lo probable y lo imposible. Sus cumbres se alzaban cual guerreros divinos en ademán de frenar todo atrevimiento humano. La fecha fijada para acometer semejante herejía, el 23 de septiembre; el lugar de partida, Ried-Brig, Suiza.

Día 23

      Aquel día, Jorge despertó poco antes del amanecer. Vistió una chompa beige de alto cuello y pantalón bombacho aprisionado por gruesos calcetines a la altura de las canillas. Calzó los botines lustrados con esmero, para mirarse luego en el espejo y acomodarse el gorro de cuero bajo el cual escondía una cabellera perfectamente asentada. Salió de la pequeña habitación rumbo al descampado en que se alzaban los improvisados hangares de madera. Sobre cada uno de ellos flameaba una bandera distinta. Contabilizó cuatro extranjeras: las de Alemania, Estados Unidos, Francia e Italia. Encima del marco de la puerta que cobijaba al Blériot XI, leyó su apellido trazado en pintura negra. Coronando el techo a dos aguas, ondeaba la bandera roja y blanca del Perú. Dio entonces una rápida inspección a la nave; era un monoplano adquirido poco antes del torneo de Champagne, construido de tela y madera, y montado sobre un par de ruedas angostas, similares a las de un triciclo. Dio una vuelta a la hélice como jugando, y frotándose las manos, caminó de regreso al cuarto para beber una humeante taza de café y esperar los primeros rayos de la mañana.

      Horas más tarde, los cinco aviones estaban apostados en el campo en línea horizontal. Jorge, puesto los anteojos y el casco de cuero, se acomodó en la silleta de mimbre del Blériot, mientras los jueces hacían las últimas coordinaciones. Había terminado de abotonarse la casaca forrada de amianto, cuando descubrió del lado izquierdo de la nave a un hombre que, libreta en mano, le inquiría por sus expectativas. Era un periodista londinense. El peruano alzó el brazo derecho y señalándole con el índice la cadena montañosa que se divisaba a lo lejos, respondió: “Pase lo que pase, voy a estar del otro lado de los Alpes”. Minutos después, los jueces dispusieron el desalojo de los curiosos arremolinados en torno a las máquinas voladoras. La competencia iba a comenzar.

      Frotó una vez más sus manos cubiertas por gruesos guantes de cuero a la espera de que el banderín diese la señal. Al verlo bajar, accionó los cincuenta caballos de fuerza del Blériot que segundos después se elevó con ligereza. A su paso por los pueblos intermedios, distinguió desde lo alto el repetitivo agitar de pañuelos con que los lugareños saludaban el paso de su nave.

      Frente a él, cada vez más cercanas, veía venir aquellas cúspides amenazantes; debía remontarlas a como dé lugar. Las naves adversarias habían quedado rezagadas. La tenue neblina las desdibujaba a la distancia, simulando pequeños insectos zumbadores. Jorge supo que había llegado el momento. Fijó la mirada en el cielo para bajarla de inmediato hacia las moles que acababa de vencer. La cola del monoplano, pintada con los colores de la bandera peruana, sería lo último que los Alpes vieran de su primer transgresor. Jorge lanzó un grito de satisfacción.

      Ya del otro lado de la cordillera alpina, en tierra italiana, llegó hasta sus oídos el eco de los vítores de los habitantes de Domodossola, la localidad en que debía aterrizar para proveerse de combustible y seguir rumbo a Milán, destino final del torneo. El reto, sin embargo, ya estaba ganado.

      Jorge empezó el descenso con normalidad. Su felicidad y la confianza en sí mismo estaban al tope luego de haber vencido los Alpes. De pronto, sucedió lo impredecible: restando escasos veinte metros para tocar tierra, las alas del Bléirot se desprendieron y la nave fue a estrellarse de manera estrepitosa contra el campo previamente preparado para festejar su hazaña.

      Los pobladores corrieron presurosos hasta el lugar del siniestro y, encontrando a Jorge consciente y quejándose de dolor de piernas, lo rescataron de entre las ruinas de la nave y lo entablillaron para conducirlo luego al cercano Hospital San Biaggio.

      El examen médico arrojó fracturas en las piernas y algunas  contusiones leves en el rostro. Lo realmente grave era la gran cantidad de sangre que había perdido el joven piloto. Sólo su fortaleza física lo mantenía con vida.

El desenlace

      Promediando las dos de la tarde del día 27, Jorge sintió venir el despegue a un itinerario distinto. Susurró entonces con voz estertórea: “La altitud… arriba, más arriba… el motor… debo bajar… quiero levantarme”. Una tía suya lo tomó de un brazo, acariciándolo. Su hermano Juan lo tomo del otro. Jorge observó esas miradas tristonas y una que otra lágrima que intentaron reprimir de manera infructuosa. Fue entonces que apretó lo más que pudo las manos de sus parientes y, con voz firme y decidida, exclamó: “¡No, yo no me muero!”, luego de lo cual emprendió su vuelo final. Las agujas del reloj marcaban las dos y cincuenta y cinco minutos de la tarde.

El arribo a la patria

      El cuerpo del joven aviador peruano de 23 años recibió el homenaje del rey de Italia y del presidente francés. Meses después, el 19 de marzo de 1911, la familia Chávez Dartnell entregó al gobierno peruano los restos del Blériot de Jorge. No obstante, uno de sus sueños quedaba aún suspendido en el cielo de sus ilusiones: ir al Perú, tal como confesara a su hermano Felipe. El viaje que Jorge había previsto con tanto entusiasmo para inicios de 1911, habría de postergarse por espacio de cuarenta y seis años. Llegó a Lima en 1957, y fue recibido con el rugir de un motor que le era familiar. En eso apareció por la pista el mítico Blériot XI, reconstruido a partir de sus piezas originales, para detenerse finalmente cerca del mausoleo que la Fuerza Aérea del Perú le erigió en la Base de Las Palmas. Ahí descansa en paz Jorge Antonio Chávez Dartnell, custodiado por su querida e histórica nave.



Lima, 23 de septiembre de 2010


(1) Doña María Rosa, madre de Jorge Chávez, fue nieta del almirante Martín Jorge Guisse (1780-1829), valeroso combatiente en las luchas por la independencia y fundador de la Marina de Guerra del Perú. Murió heroicamente en la toma de Guayaquil, durante la guerra declarada al Perú por la Gran Colombia.  

Jorge poco antes del despegue


Preciso momento en que cruza los Alpes


Chávez llegando a Domodossola, segundos antes del accidente

Cortejo fúnebre en Domodossola, Italia.

Tumba de Jorge Chávez en la Base Aérea de Las Palmas, Lima, Perú.


Obelisco erigido en honor de Chávez en el lugar del accidente, Domodossola, Italia.


Monumento a Jorge Chávez en Domodossola, Italia.


Monumento a Jorge Chávez en Brigue, Francia.


Obelisco en memoria de Jorge Chávez en Lima, Perú.


El Blériot XI reconstruido con las piezas originales
(Base Aérea de Las Palmas, Lima, Perú)


Estampilla conmemorativa


Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, Lima, Perú.


Jorge Antonio 'Geo' Chávez Dartnell



viernes, 17 de septiembre de 2010

MUGRE Y CONTIENDA EDIL


      Lo lamentable de esta campaña electoral de cara a la alcaldía de Lima, es que el protagonismo mude de las ideas y programas, a las menudencias y a las diatribas. Aún peor es que esta tendencia provenga de ciertos sectores del periodismo que, subestimando al elector al punto de rebajarlo a la categoría de ganado, pretenden manipularlo creando espantajos y temores a fin de favorecer a un candidato en desmedro de otro. El cotejo de planteamientos en pro de una mejor ciudad, cede a la carátula deformada y tremendista de un diario, o al invasor y delictivo recurso de la interceptación telefónica.

      Esto último llama particularmente la atención pues lleva a preguntarnos quién está detrás de una táctica repulsiva que nos devuelve a las prácticas de la dictadura de Fujimori y Montesinos que no dudó en echar mano de ella para combatir opositores. Hablamos desde luego de la propagación de una conversación privada entre la candidata Lourdes Flores y su asesor y correligionario Xavier Barrón en el programa de Jaime Bayly. No soy defensor oficioso de la señorita Flores; los tendrá, y en abundancia, entre quienes piensan votar por ella, grupo al que no me adhiero porque me ahuyenta la compañía del tal Barrón, que sugiere presionar al gerente de una encuestadora a fin de “mover las cifras”, al igual que las conversaciones que sostuvo con un personaje poco menos que impresentable como Remigio Morales Bermúdez, pero, verdades sean dichas, ¿quién no ha montado en cólera ante una frustración? Es más que evidente que Flores, vencida por un arranque de impotencia ante su desplazamiento a un segundo lugar en las encuestas, lanzó en privado una serie de frases y epítetos que no expresan su genuino sentir. Ello, sin embargo, no contraría la necesidad de disculparse ante el electorado por el dislate y hacer un claro deslinde con las pretensiones del tal Barrón, en aras de la decencia tantas veces pregonada.

      Quizá en un primer momento privilegió la presidencia de la República por sobre la alcaldía de Lima, pero lo cierto es que Flores ha demostrado en los últimos meses un interés incontestable por hacerse del sillón de Nicolás de Ribera  al dedicarse a tiempo completo a su campaña. Si verdaderamente le importara un comino la alcaldía capitalina, no expondría con vehemencia y lucidez un plan de trabajo coherente y realizable. Algunos hijos, presas de la exaltación, llegan a escupir exabruptos en contra de sus padres cuando les quitan el juguete favorito, sin que ello signifique odio o desdén por ellos. Es así como debiera entenderse la pataleta de Flores.

      En la misma orilla manipulatoria está la actitud canallesca del diario Correo en contra de Susana Villarán –por quien tampoco votaré-, emparentándola con el senderismo y achacándole una serie de sambenitos que harían las delicias de Joseph McCarthy, el intolerante senador estadounidense que en los años cincuenta y con semejante paranoia a la del señor Mariátegui y similares, perseguía ‘rojos’ hasta en las arañas de su dormitorio.

      Esa forma de ejercer el periodismo con el afán de arrear a los electores cual si fueran bestias, rebajándolos al hedor de las alcantarillas y negándoles toda capacidad analítica, nos hace entrever la mugre mayor que habrá de reinar en la contienda presidencial del año venidero, para deleite de los herederos de la dictadura de los noventa.

      ¡Lástima!


                                                                                        Foto: Caretas


Lima, 17 de septiembre de 2010


miércoles, 15 de septiembre de 2010

EPITAFIO DE UN TRISTÍSIMO DECRETO

     
       La pluma es más poderosa que la espada, reza el dicho que hoy podría servirle de epitafio al Decreto Legislativo 1097 y, de refilón, al impresentable tránsito de Rafael Rey por el Ministerio de Defensa, aunque el vocinglero y desatado modo con que defendió un dispositivo a todas luces inconstitucional, impone sustituir la espada por la lengua.

      No hay precedente en la historia reciente que dé cuenta de hecho similar al que, en cuestión de horas, desencadenó la carta que Mario Vargas Llosa envió el lunes al presidente García. A pocas horas de recibida, y haciendo gala de una inusitada celeridad en un país acostumbrado a la parsimonia política, el mandatario remitió al Congreso el proyecto de ley que hirió de muerte al decreto que procuraba la impunidad de otras muertes.

      Tres días atrás, cuando publicamos nuestro último artículo, no se vislumbraba una luz al final del túnel que indicase rectificación del Ejecutivo. Cierto es que a lo largo de ese túnel se vio de cuando en cuando una que otra lumbre: la incomodidad frente al decreto por parte del ministro de Justicia, Víctor García Toma, era evidente. Él, jurista de primer nivel, profesor universitario y, ante todo, persona decente, no podía convalidar un dispositivo que iba en contra del texto constitucional. El Ministerio Público, por su parte, preparaba una demanda de inconstitucionalidad que habría de unirse a la ya interpuesta por la bancada nacionalista. Ni el rechazo mayoritario a nivel de opinión pública y de medios de prensa, ni tan siquiera los cuestionamientos de diversos organismos e instituciones nacionales e internacionales, incluida la Oficina para Asuntos de América Latina del gobierno estadounidense, consiguieron atenuar la posición irreductible del presidente y las bravuconadas de su flamígero ministro Rey, oscureciendo el camino de salida… Hasta que llegó la carta de Vargas Llosa presentando a García su renuncia irrevocable a la presidencia de la comisión encargada de la construcción del Lugar de la Memoria.




      La misiva del escritor es un gesto de dignidad y de consecuencia con las propias convicciones. Representa también una sonora bofetada a aquellos sectores ultraconservadores, intolerantes y nostálgicos del autoritarismo, a quienes la frase ‘derechos humanos’ trepana los oídos y cuece las vísceras. Y es que Vargas Llosa es todo lo contrario de un ‘caviar’, esa muletilla ridícula que obsequian a quienes no tienen la ‘inteligencia’ de pensar como ellos. Desde su rompimiento con el castrismo y la izquierda a fines de los años sesenta, Vargas Llosa ha exhibido una inquebrantable y lúcida defensa de la economía de mercado y de los principios liberales, junto a una protección inclaudicable de los derechos humanos. De ahí su repugnancia por toda dictadura, sea de derecha o de izquierda, porque es en estos regímenes autocráticos y omnímodos que se cometen las más aberrantes violaciones de los derechos fundamentales.

      Los diarios que tergiversan los principios liberales y pretenden secuestrarlos en su beneficio (que no pasan de tres o cuatro), omitieron cualquier referencia a la carta de Vargas Llosa en sus portadas, lo que viene a confirmar el sonrojo que la cachetada moral del escritor les ha infligido.

      Ayer, martes 14, tras un arduo debate de tres horas, el pleno del Congreso de la República, con noventa votos a favor y el solitario y previsible voto en contra del almirante Luis Giampietri, derogó el Decreto Legislativo 1097. De este modo, el Parlamento lo ha inhumado en la fosa común de las artimañas tinterillescas en donde habrá de hacerle compañía a su precedente inmediato: la ya amarillenta ley de amnistía que diera el fujimorato en 1995 en beneficio del grupo Colina. Las polillas obrarán en ellos lo que los gusanos en los cuerpos humanos de los que ya no existen.


      No obstante ello, debemos tomar conciencia de que esos cadáveres de papel pueden resucitar con distinta numeración si es que no nos alineamos en la defensa de la continuidad democrática, haciendo frente a la remembranza dictatorial que nace de los mismos que, pretendiendo hacerse del poder con una improvisación programática escandalosa, tienen como fin único la liberación del ex dictador Alberto Fujimori;  aquél que en el curso de su gobierno de algo más de diez años, probó sobradamente ser un incapaz en tanto no contara con la colaboración de su socio y cómplice Vladimiro Montesinos.



      Para terminar, consignamos un dato curioso que, más que coincidencia cronológica, pareciera ser una suerte de lección de la historia: la derogación del Decreto Legislativo 1097, se dio exactamente diez años después de la publicación del video Kouri-Montesinos (14 de septiembre de 2000), que precipitó la caída de la infausta dictadura de la dupla Fujimori-Montesinos.

Lima, 15 de septiembre de 2010


Lea la carta de Mario Vargas Llosa en el siguiente enlace:


domingo, 12 de septiembre de 2010

UN MONSTRUO LEGAL: EL DECRETO LEGISLATIVO 1097


       La dación del Decreto Legislativo 1097 que pretende imponer una fecha para considerar la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, y sustraer de responsabilidad penal a los miembros de las fuerzas armadas y policiales que pudieran haber incurrido en ellos, ha generado una justa ola de rechazo no sólo a nivel de medios y de opinión pública en general; también en algunos entes del propio Estado, como el Ministerio Público y la Defensoría del Pueblo.

       Al margen de su evidente inconstitucionalidad sobre la que nos ocuparemos luego, la promulgación de este dispositivo legal es políticamente inoportuna teniendo en cuenta los esfuerzos del propio presidente García por desembarazarse de los nubarrones de su primer gobierno. Lo que ha conseguido es desenterrar unos esqueletos acusadores y cosechar más de una suspicacia. Torpeza mayor es haber delegado la exposición y defensa mediática de la norma en un personaje como Rafael Rey, tan vinculado al régimen de Fujimori y Montesinos, condenados y encarcelados precisamente por violaciones de los derechos humanos.



      El decreto establece que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles sólo a partir de 2003, año en que el Perú se adhirió a la Convención de las Naciones Unidas sobre la materia, como si el respeto a la vida que es el atributo más importante de la esencia humana estuviera sujeto a fechas o suscripciones de tratados. Idea semejante es devolvernos a la segunda mitad del siglo XIX, cuando el positivismo jurídico reducía el Derecho a la sola dimensión legal, de forma tal que sólo era Derecho lo que estaba consignado en las normas escritas. El derecho a la vida, a la integridad física, y a la libertad no nacen de una ley interna o de un tratado multilateral, sino de la dignidad misma del ser humano. La ley reconoce y enuncia los derechos fundamentales de la persona, no los crea, por tanto, establecer un momento a partir del cual son imprescriptibles un tipo de delitos que atentan contra ellos, como los de lesa humanidad, es un despropósito y un disparate. Bajo ese raciocinio, Argentina no podría procesar las violaciones cometidas durante el régimen castrense. Por si ello no bastara, hay senda jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos anterior al año 2003 –y la jurisprudencia es también una fuente del Derecho, al igual que la ley-, que establece la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, siendo esta la razón por la que los crímenes perpetrados durante el fujimorato (Cantuta, Barrios Altos, Mariella Barreto, y otros), fueron procesados en el fuero común tan pronto como se reinstauró la democracia, en mérito a que la Corte Interamericana había fallado que la ley de amnistía dada por Fujimori en 1995 para favorecer a los miembros del Grupo Colina, carecía de efectos jurídicos.

      No sólo la lógica (o ilógica) jurídica sobre la que está construido el decreto de marras es desfasada y absurda; el dispositivo deviene también en inconstitucional al otorgar beneficios a militares y policías inmersos en procesos por violaciones de los derechos humanos. El beneficio consiste en disponer el sobreseimiento (archivo) de un proceso de lesa humanidad seguido contra un miembro de las Fuerzas Armadas al no haberse obtenido sentencia en un plazo máximo de treinta y seis meses. Democracia e igualdad ante la ley son conceptos indesligables; no existe lo primero sin lo segundo. Si el señor Rey se hubiese dado el pequeño trabajo de revisar la Constitución aprobada por el Congreso Constituyente del que formó parte, recordaría que toda persona es igual ante la ley (Artículo 2, inciso 2), de modo que no se puede legislar concediendo beneficios procesales a un determinado grupo de personas sin atender al resto de ellas. Todos tenemos derecho a un mismo trato ante el órgano jurisdiccional: militares, policías y civiles. O se confiere el beneficio procesal a todos, o a ninguno, lo contrario es ir en contra del texto constitucional, de las normas procesales, y de las convenciones internacionales en materia de derechos humanos suscritas por el Perú que forman parte del derecho nacional de acuerdo a la propia Constitución (Artículo 55).


      El señor Rey ha pretendido justificar el engendro legal que defiende con ferocidad, aduciendo que lo único que se busca es adelantar, para los miembros de las Fuerzas Armadas, la vigencia de algunos artículos del Código Procesal Penal “que entrarán en vigor a más tardar a fines de 2012 para el resto de peruanos”, con lo que no hace sino acentuar más el trato desigual y, por ende, inconstitucional de su ahijado, pues la paternidad le corresponde en parte a los abogados del condenado Fujimori, César Nakasaki (1) y Rolando Sousa, quienes procuran conseguir a través de una norma, lo que fueron incapaces de obtener en los tribunales: la libertad de su patrocinado, y acaso justificar la holgura de sus honorarios (2). Por cierto, no es la primera vez que el señor Rey procrea, cría, y/o defiende entuertos; tampoco será la última. Con la misma vehemencia con que se opone a la despenalización del aborto, esgrimiendo el derecho a la vida del concebido, patrocina ahora la despenalización de la muerte de los ya nacidos, al encomiar tozudamente el Decreto 1079.

      En tanto el Ministerio Público formule la demanda correspondiente y el Tribunal Constitucional le dé trámite y declare la inconstitucionalidad de este estropicio disfrazado de decreto, resta que los magistrados, haciendo uso del control difuso de la constitucionalidad de las leyes (3), lo declaren inaplicable para los bribones que, habiendo denigrado el uniforme, han empezado a atiborrar las mesas de partes con sendas solicitudes de acogimiento a tan lamentable norma.

      ¡Poderosa y terca impunidad que siempre asomas!


Lima, 10 de septiembre de 2010


(1) Con una croniquilla sobre tan divertido personaje, intitulada ‘El muy simpático Doctor N’, inauguramos en julio de 2008 el presente blog. Léala en el archivo de ese año.
(2) La única retroactividad de la ley que reconoce la Constitución, es la que existe en materia penal, siempre que beneificie al reo. Gracias a ella, los procesados por cualquier delito pueden acogerse a una norma que les favorezca aunque dicho dispositivo legal haya sido dictado mucho después de la comisión del delito que se les imputa.
3) Es la potestad que tiene un juez de revisar la constitucionalidad de una ley en un caso concreto, no teniendo valor vinculante pues se aplica sólo a las partes en conflicto, a diferencia del control concentrado de la constitucionalidad que ejerce el Tribunal Constitucional, cuya sentencia declarando la inconstitucionalidad de una ley, la deja sin efecto y sienta jurisprudencia.