viernes, 22 de diciembre de 2017

GOLPE FRACASADO


No prosperó la consigna de la dueña de Fuerza Popular, Keiko Fujimori: que su bancada eche de Palacio de Gobierno al presidente que, para mal o para bien, habita ahí por decisión ciudadana. La todopoderosa lideresa y heredera de la prepotencia y estilos con los que gobernó su padre en los noventa, soñaba con engullirse a Pedro Pablo Kuczynski (PPK), cual pavo navideño. Ni los bramidos del impresentable Becerril, ni el ultimátum altanero y risible de su versión edulcorada, el tal Salaverry, le permitieron degustar un menú del cual no quería dejar ni los huesos; idea que fraguó desde el momento mismo en que PPK asumió el mando. Tampoco sirvieron las desternillantes argumentaciones de su ahijada política, Yeni Vilcatoma, cuyo verbo inflamado y las alusiones a Condorito, generaron más de una carcajada a mandíbula batiente. La señora Bartra, quien ha sumado un baldón más en contra de su desempeño como presidenta de la Comisión Lava Jato del Congreso, profanó en vano las palabras de José Faustino Sánchez Carrión, Fundador de la República, para justificar torpemente lo que hubiese constituido un golpe de Estado del Legislativo al Ejecutivo, causando la repulsa del Solitario de Sayán, acólito que fue de la separación de poderes y de Montesquieu (y no hay que ser médium para imaginarlo). Las bataholas del ‘compañero’ Mulder, que fungió de triste comparsa del fujimorismo, se ahogaron también en la vergüenza.

Foto: Diario Uno

      Pero el presidente de la República no fue precisamente el general victorioso de la jornada de ayer, por más que se animara a acometer esta madrugada sus robóticos pasitos de baile, como si de ganar las elecciones por segunda vez se tratara. Ciertamente, el rechazo a su pretendida vacancia, representa para él un respiro, una bocanada de aire puro que debiera aprovechar para empezar a conducirse como un estadista, algo que no le conocemos hasta la fecha. Debe creerse de una buena vez por todas que es el jefe de un Estado; el hombre que, por añadidura y conforme al texto constitucional, personifica a la Nación, dejando en el baúl de los objetos en desuso la actitud timorata e insípida que ha caracterizado a su régimen.

      Lo anterior no implica, por cierto, que el presidente trastoque su personalidad y empiece a actuar con la soberbia, arrogancia y malcriadez que es tinta indeleble de la bancada parlamentaria de propiedad de Keiko Fujimori. Debe flanquearse de hombres inteligentes en el quehacer político. Está, pues, obligado a emular a Pericles, quien solía jactarse de estar rodeado de personas más capaces que él. El gerente de una empresa o el miembro del directorio de un banco, no tiene por qué ser a fuerza un buen gobernante o un ministro eficiente; el país –y esto se lo han repetido con puntillosa asiduidad- no es una influyente corporación económica.

      Los gestos son más que relevantes. Durante su presentación en el Congreso de la República, y en su más reciente mensaje a la Nación, un PPK aparentemente seguro de sí mismo, sin vacilar ni balbucear, nos habló de lo importante que era defender su honor y buen nombre, atributos indubitables del hombre digno. Que no pierda la oportunidad de hacerlo; que preste su concurso en todas las investigaciones que le hagan, sea a nivel congresal, sea a nivel fiscal, con las garantías de un auténtico debido proceso y del respeto a su investidura, sin escudarse en las interpretaciones huidizas de “connotados constitucionalistas”. Ese solo hecho lo enaltecería, permitiéndole reedificar una credibilidad algo quebrada por la mala fama de mentiroso con que lo adornaron dudosa y falazmente fujimoristas e izquierdistas.

      El presidente de la República tuvo el acierto de hacerse acompañar en el hemiciclo congresal, del abogado Alberto Borea Odría, quien a su condición de constitucionalista, suma su experiencia política de larga data. Borea desbarató el sainete de la bancada de propiedad de la señora Keiko, mal disimulado con disfraz de ‘debido proceso’. Dio cátedra de lo que significa este concepto básico y crucial del Derecho Constitucional y Procesal. Como hábil esgrimista, dio estocadas a los acusadores, recordando cómo en el régimen de su líder histórico, se mataba, se compraban congresistas, medios de comunicación; se denigraban honras, se intervino el Poder Judicial, el Ministerio Público, y se guillotinó a los magistrados del Tribunal Constitucional que se opusieron a la inconstitucional ‘interpretación auténtica’ que permitió la pantomima de la tercera y fraudulenta ‘reelección’ de Alberto Fujimori en el año 2000. Por último, desarropó, sin mencionar nombres, a muchos de los fujimoristas de nuevo cuño, preguntándose quién es más incapacitado moral y permanentemente para desempeñar una función pública.


Foto: Perú 21

     Ganó la democracia, no necesariamente PPK; perdió la angurria por el poder que domina el temperamento de Keiko Fujimori, a quien sus congresistas fueron a visitar concluida la votación, para reconfortarla por la derrota -la aplastante derrota-, y prometerle las cabezas de los diez parlamentarios fujimoristas que –incluido Kenji Fujimori- se abstuvieron de votar, acaso porque optaron por ser notables antes que ‘notorios’, como invocó Borea, parafraseando a don Roberto Ramírez del Villar, último presidente de la Cámara de Diputados. Al no estar sujetos a mandato imperativo, primó en ellos su conciencia; no el capricho de una señora que aún no digiere el hecho de haber perdido la segunda vuelta de 2016.

       Por lo pronto, el señor Luis Galarreta puede ir ordenando al oficial mayor del Congreso que arroje al cesto de lo inútil el proyecto de resolución legislativa, urdido en algún recinto naranja, con que se pretendía, a su vez, arrojar de Palacio de Gobierno al presidente elegido por los peruanos.

Foto: Publimetro

Lima, 22 de diciembre de 2017


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