domingo, 2 de febrero de 2014

LA HAYA DURANTE Y DESPUÉS DEL FALLO


Si como decíamos en un artículo anterior, la diplomacia es el arte de la prudencia y de la cautela, la justicia sigue siendo, como en la vieja Roma, “la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo que es suyo”. Eso es lo que se propuso la Corte Internacional de Justicia de La Haya: antes que imponer ganadores o vencidos, impartir justicia. Puede que esa palabra se acerque o aleje de las partes en tanto convalide o frustre sus aspiraciones, pero ello no es responsabilidad de quien dicta el fallo como sí de quienes sobrealimentan esas expectativas.

Durante el fallo.-

La sentencia de la Corte sobre el diferendo marítimo peruano-chileno se asienta básicamente sobre dos pilares: el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima suscrito por Ecuador, Chile y Perú en 1954, y la conducta de obediencia asumida desde entonces por el Perú en atención a ese instrumento, lo que en Derecho Internacional se llama ‘actos propios’. Si bien la Corte determina que el primero no es formalmente un tratado de límites marítimos, interpreta que su artículo primero contiene un “acuerdo tácito” de los estados suscribientes de fijar dicha frontera tomando como punto de partida la proyección que hace el Hito número 1 sobre el mar. Se basa, además, en un hecho fáctico: en los cincuenta, la pesca artesanal peruano-chilena se llevaba a cabo únicamente dentro de las 80 millas.


Como consecuencia de la sentencia de la Corte, el Perú recupera 50,284 kilómetros cuadrados de mar resultantes de la sumatoria del área establecida por la línea equidistante, esto es 21,928 kilómetros cuadrados, con el llamado ‘triángulo exterior’ que Chile pretendió hacer pasar por alta mar (cosa de nadie) y que es de 28,356 kilómetros cuadrados; área recuperada y no ganada, y aquí vale la distinción semántica: se gana lo que fue de otro y pasa a ser parte de dominio nuestro; contrariamente, se recupera lo que fue nuestro y estuvo en poder de otro. Chile mantiene el paralelo fijado a partir de la proyección del Hito número 1 sobre el mar hasta 80 millas náuticas. Esto es importante resaltarlo ya que el presidente Piñera incurrió en grueso error al decir en su mensaje que Chile había ganado un ‘triángulo terrestre’, refiriéndose en parte a los 300 metros de ‘costa seca’ que siguen siendo territorio peruano. Tal triángulo existe sólo en la mente del mandatario chileno y puede haber sido el producto de una rápida e inacabada lectura del fallo. Que su agente ante La Haya le recuerde que la Corte se inhibió de tratar todo aspecto referido a límites terrestres, y que le explique, armado de mucha paciencia, dónde es que parte la línea paralela. ‘Costa seca’ significa que mantenemos soberanía sobre la orilla aunque el mar que la baña sea chileno. Invito cordialmente a quienes insisten en decir que ganamos el litigio a que viajen a la caleta tacneña de Santa Rosa y les den las buenas nuevas a sus pescadores. Eso sí, provéanse de escudos ante tanta efusividad. El Perú recupera plenamente sus doscientas millas a partir de Ilo. 



Después del fallo.-

Contrariamente a lo que se cree, o se ha hecho creer, la lectura del fallo no supone una vuelta de página y el cese inmediato de las fricciones entre ambos estados, pues al no haber establecido coordenadas que precisen los llamados puntos A y B (ver el mapa oficial), la Corte deja librada esa tarea a una comisión binacional que deberá realizar su trabajo con prontitud y sin dilaciones. Es en ese escenario -el de la puesta en marcha de la ejecución de la sentencia- en que habrá de calibrarse la buena fe y la intención real de nuestros estados en cumplirla. Por ello, aunque el numeral 2 del artículo 94 del Reglamento de la Corte Internacional de Justicia establece que sus fallos tienen fuerza obligatoria para las partes desde el día mismo de su lectura, habrá que esperar la labor de dicha comisión.

Un amigo que conoce mucho de la conducta histórica de nuestro vecino en lo que se refiere al cumplimiento de los tratados que suscribe, alza la ceja en gesto escéptico. El plebiscito previsto en el Tratado de Ancón de 1883 para decidir la suerte de Tacna y Arica, nunca se llevó a cabo, y fue preciso firmar uno nuevo -el de 1929- para desprender a Tacna de su puerto natural, y aún así, debieron pasar casi setenta años más para que se firme un nuevo papel que ‘solucione’ las cláusulas referidas al malecón de atraque, al edificio de la agencia aduanera, y a la estación terminal del ferrocarril Tacna-Arica que Chile debía poner a servicio del Perú (¿alguien sabe si se cumplen estas estipulaciones? Ni mi amigo ni yo lo sabemos, y ¡él es diplomático!). Afortunadamente, cualquier dilación en el cumplimiento del fallo es denunciable ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el que toma asiento un representante de Chile que, de ser el caso, deberá inhibirse. Ser declarado paria a nivel internacional es un costo muchísimo mayor frente a lo que se puede ‘perder’ o ‘ganar’ en sede judicial.

Chile, a través de su presidente, canciller y parlamentarios, ha esgrimido una serie de imposiciones inaceptables que contrarían lo establecido por la Corte, así como el principio internacional de no intervención en los asuntos internos de un país ajeno. La suscripción de la CONVEMAR (que creemos necesaria) y la modificación de nuestra Constitución, atendiendo a la diferenciación conceptual entre ‘mar territorial’ y ‘zona exclusiva económica’, son actos que sólo nos competen a nosotros.



Un gesto de buena voluntad de parte de nuestro vecino podría ser la inmediata puesta en libertad de los pescadores artesanales que, no conociendo de tratados ni de cartas náuticas, están detenidos en Arica desde diciembre pasado. Queda claro que los más perjudicados con el fallo de La Haya, en lo que atañe al paralelo, son este grupo de pescadores que difícilmente podrá llegar con sus precarias embarcaciones a la equidistancia determinada por la Corte, de allí que el presidente Humala haya prometido en su mensaje a la Nación una serie de medidas orientadas a favorecer a Tacna y a los tacneños. Una de ellas podría ser el empadronamiento de los pescadores artesanales e incentivar la formación de asociaciones para que ellos mismos, con las facilidades del caso, puedan hacerse de una flota capaz de pescar en mar tacneño sin tener que emigrar al norte. La compensación se hace necesaria ante la evidencia de una riqueza ictiológica que se concentra en lo que se ha determinado que es mar de Chile.

El fallo de la Corte de La Haya, más que ser un acto de ganancia o de pérdida, es una promesa de paz ofrecida a las partes litigantes. Promesa en cuanto el Perú y Chile sean lo suficientemente maduros como para hacerla realidad. De esto último dependerá que tengamos una genuina relación de hermandad que se contrae a una historia en común, y a una buena vecindad, contraída al mapa. Es mucho lo que Chile y Perú deben hacer juntos en el presente y en el futuro, frente a lo poco que hicieron en común en el pasado y a lo mucho que se destruyó, territorial y moralmente hablando. Nuestra apuesta va por ese lado positivo de la historia y de la vecindad, pese a comprensibles reservas.

Hemos evitado cualquier falso triunfalismo en estas líneas. Los vocablos ‘ganador’, ‘vencedor’ y ‘derrotado’, han sido proscritos a conciencia y en concordancia con el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que, haciendo uso de la equidad, no ha legitimado ninguna postura al cien por ciento. Mal haríamos también en fijar porcentajes de ‘ganancia’ en lo que no es un juego de azar, cuando sí el reconocimiento –o la asignación- de derechos por parte de un ente jurisdiccional.



Reconocimiento póstumo.-

A lo largo del proceso que culminó con la lectura de la sentencia por parte del magistrado Peter Tomka el pasado 27 de enero, se ha elogiado la labor de los cancilleres y miembros del consejo consultivo de Torre Tagle que tuvieron a su cargo la conducción del proceso desde su génesis hasta su final. Quiero rendir tributo a quienes dándole sustancia a la demanda y a los alegatos orales desde Lima, no han sido siquiera nombrados por el presidente Humala en su mensaje de agradecimiento. Hay un nombre que sintetiza la labor de esos profesionales silenciosos y eficaces: el del embajador Luis Solari Tudela, viceministro de Relaciones Exteriores durante la gestión de Manuel Rodríguez Cuadros, e inagotable publicista de nuestra postura en cuanto foro fue invitado. Falleció el 9 de febrero de 2013, y es conmovedor constatar el hecho de que sus reflexiones siguen siendo citadas para contrarrestar los artículos de algunos desavisados. 



Lima, 30 de enero de 2014





1 comentario:

Jorge Medina A. dijo...

Los chilenos insisten en hablar del triangulo exterior como territorio chileno. Creo que si las cosas siguen asi habrá que solicitar un arbitraje a Obama para que se dejen cuatro cosas.