Si como decíamos en un artículo
anterior, la diplomacia es el arte de la prudencia y de la cautela, la justicia
sigue siendo, como en la vieja Roma, “la constante y firme voluntad de dar a
cada uno lo que es suyo”. Eso es lo que se propuso la Corte Internacional de
Justicia de La Haya: antes que imponer ganadores o vencidos, impartir justicia.
Puede que esa palabra se acerque o aleje de las partes en tanto convalide o
frustre sus aspiraciones, pero ello no es responsabilidad de quien dicta el
fallo como sí de quienes sobrealimentan esas expectativas.
Durante el fallo.-
La sentencia
de la Corte sobre el diferendo marítimo peruano-chileno se asienta básicamente
sobre dos pilares: el Convenio sobre Zona Especial Fronteriza Marítima suscrito
por Ecuador, Chile y Perú en 1954, y la conducta de obediencia asumida desde
entonces por el Perú en atención a ese instrumento, lo que en Derecho
Internacional se llama ‘actos propios’. Si bien la Corte determina que el
primero no es formalmente un tratado de límites marítimos, interpreta que su
artículo primero contiene un “acuerdo tácito” de los estados suscribientes de
fijar dicha frontera tomando como punto de partida la proyección que hace el
Hito número 1 sobre el mar. Se basa, además, en un hecho fáctico: en los cincuenta,
la pesca artesanal peruano-chilena se llevaba a cabo únicamente dentro de las
80 millas.
Como
consecuencia de la sentencia de la Corte, el Perú recupera 50,284 kilómetros
cuadrados de mar resultantes de la sumatoria del área establecida por la línea
equidistante, esto es 21,928 kilómetros cuadrados, con el llamado ‘triángulo
exterior’ que Chile pretendió hacer pasar por alta mar (cosa de nadie) y que es
de 28,356 kilómetros cuadrados; área recuperada y no ganada, y aquí vale la
distinción semántica: se gana lo que fue de otro y pasa a ser parte de dominio
nuestro; contrariamente, se recupera lo que fue nuestro y estuvo en poder de
otro. Chile mantiene el paralelo fijado a partir de la proyección del Hito
número 1 sobre el mar hasta 80 millas náuticas. Esto es importante resaltarlo
ya que el presidente Piñera incurrió en grueso error al decir en su mensaje que
Chile había ganado un ‘triángulo terrestre’, refiriéndose en parte a los 300
metros de ‘costa seca’ que siguen siendo territorio peruano. Tal triángulo
existe sólo en la mente del mandatario chileno y puede haber sido el producto
de una rápida e inacabada lectura del fallo. Que su agente ante La
Haya le recuerde que la Corte se inhibió de tratar todo aspecto referido a
límites terrestres, y que le explique, armado de mucha paciencia, dónde es que
parte la línea paralela. ‘Costa seca’ significa que mantenemos soberanía sobre
la orilla aunque el mar que la baña sea chileno. Invito cordialmente a quienes
insisten en decir que ganamos el litigio a que viajen a la caleta tacneña de
Santa Rosa y les den las buenas nuevas a sus pescadores. Eso sí, provéanse de
escudos ante tanta efusividad. El Perú recupera plenamente sus doscientas
millas a partir de Ilo.
Después del fallo.-
Contrariamente
a lo que se cree, o se ha hecho creer, la lectura del fallo no supone una
vuelta de página y el cese inmediato de las fricciones entre ambos estados, pues
al no haber establecido coordenadas que precisen los llamados puntos A y B (ver
el mapa oficial), la Corte deja librada esa tarea a una comisión binacional que
deberá realizar su trabajo con prontitud y sin dilaciones. Es en ese escenario
-el de la puesta en marcha de la ejecución de la sentencia- en que habrá de
calibrarse la buena fe y la intención real de nuestros estados en cumplirla.
Por ello, aunque el numeral 2 del artículo 94 del Reglamento de la Corte
Internacional de Justicia establece que sus fallos tienen fuerza obligatoria
para las partes desde el día mismo de su lectura, habrá que esperar la labor de
dicha comisión.
Un amigo que
conoce mucho de la conducta histórica de nuestro vecino en lo que se refiere al
cumplimiento de los tratados que suscribe, alza la ceja en gesto escéptico. El
plebiscito previsto en el Tratado de Ancón de 1883 para decidir la suerte de
Tacna y Arica, nunca se llevó a cabo, y fue preciso firmar uno nuevo -el de
1929- para desprender a Tacna de su puerto natural, y aún así, debieron pasar
casi setenta años más para que se firme un nuevo papel que ‘solucione’ las
cláusulas referidas al malecón de atraque, al edificio de la agencia aduanera,
y a la estación terminal del ferrocarril Tacna-Arica que Chile debía poner a servicio
del Perú (¿alguien sabe si se cumplen estas estipulaciones? Ni mi amigo ni yo
lo sabemos, y ¡él es diplomático!). Afortunadamente, cualquier dilación en el
cumplimiento del fallo es denunciable ante el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, en el que toma asiento un representante de Chile que, de ser
el caso, deberá inhibirse. Ser declarado paria a nivel internacional es un
costo muchísimo mayor frente a lo que se puede ‘perder’ o ‘ganar’ en sede
judicial.
Chile, a
través de su presidente, canciller y parlamentarios, ha esgrimido una serie de
imposiciones inaceptables que contrarían lo establecido por la Corte, así como el
principio internacional de no intervención en los asuntos internos de un país
ajeno. La suscripción de la CONVEMAR (que creemos necesaria) y la modificación
de nuestra Constitución, atendiendo a la diferenciación conceptual entre ‘mar
territorial’ y ‘zona exclusiva económica’, son actos que sólo nos competen a
nosotros.
Un gesto de
buena voluntad de parte de nuestro vecino podría ser la inmediata puesta en
libertad de los pescadores artesanales que, no conociendo de tratados ni de
cartas náuticas, están detenidos en Arica desde diciembre pasado. Queda claro que los más perjudicados con el fallo de La Haya, en lo
que atañe al paralelo, son este grupo de pescadores que difícilmente podrá
llegar con sus precarias embarcaciones a la equidistancia determinada por la
Corte, de allí que el presidente Humala haya prometido en su mensaje a la
Nación una serie de medidas orientadas a favorecer a Tacna y a los tacneños.
Una de ellas podría ser el empadronamiento de los pescadores artesanales e
incentivar la formación de asociaciones para que ellos mismos, con las
facilidades del caso, puedan hacerse de una flota capaz de pescar en mar
tacneño sin tener que emigrar al norte. La compensación se hace necesaria ante
la evidencia de una riqueza ictiológica que se concentra en lo que se ha
determinado que es mar de Chile.
El fallo de la
Corte de La Haya, más que ser un acto de ganancia o de pérdida, es una promesa
de paz ofrecida a las partes litigantes. Promesa en cuanto el Perú y Chile sean
lo suficientemente maduros como para hacerla realidad. De esto último dependerá
que tengamos una genuina relación de hermandad que se contrae a una historia en
común, y a una buena vecindad, contraída al mapa. Es mucho lo que Chile y Perú
deben hacer juntos en el presente y en el futuro, frente a lo poco que hicieron
en común en el pasado y a lo mucho que se destruyó, territorial y moralmente
hablando. Nuestra apuesta va por ese lado positivo de la historia y de la
vecindad, pese a comprensibles reservas.
Hemos evitado
cualquier falso triunfalismo en estas líneas. Los vocablos ‘ganador’,
‘vencedor’ y ‘derrotado’, han sido proscritos a conciencia y en concordancia
con el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que, haciendo uso
de la equidad, no ha legitimado ninguna postura al cien por ciento. Mal
haríamos también en fijar porcentajes de ‘ganancia’ en lo que no es un juego de
azar, cuando sí el reconocimiento –o la asignación- de derechos por parte de un
ente jurisdiccional.
Reconocimiento póstumo.-
A lo largo del
proceso que culminó con la lectura de la sentencia por parte del magistrado
Peter Tomka el pasado 27 de enero, se ha elogiado la labor de los cancilleres y
miembros del consejo consultivo de Torre Tagle que tuvieron a su cargo la
conducción del proceso desde su génesis hasta su final. Quiero rendir tributo a
quienes dándole sustancia a la demanda y a los alegatos orales desde Lima, no han
sido siquiera nombrados por el presidente Humala en su mensaje de
agradecimiento. Hay un nombre que sintetiza la labor de esos profesionales
silenciosos y eficaces: el del embajador Luis Solari Tudela, viceministro de
Relaciones Exteriores durante la gestión de Manuel Rodríguez Cuadros, e
inagotable publicista de nuestra postura en cuanto foro fue invitado. Falleció
el 9 de febrero de 2013, y es conmovedor constatar el hecho de que sus
reflexiones siguen siendo citadas para contrarrestar los artículos de algunos
desavisados.
Lima, 30 de enero de 2014
1 comentario:
Los chilenos insisten en hablar del triangulo exterior como territorio chileno. Creo que si las cosas siguen asi habrá que solicitar un arbitraje a Obama para que se dejen cuatro cosas.
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