lunes, 28 de junio de 2010

UN INDIO EN EL OLVIDO


      Podría escribir sobre Saramago o Monsiváis, cuyas muertes vecinas enlutaron al mundo de la letra impresa. Decir que el ‘Ensayo sobre la ceguera’ del portugués ganador del Nobel en 1998, es de mis novelas recurrentes. Recordar al mexicano paseándose por el campus de la Universidad de Lima rodeado de una infranqueable barrera de devotos que tornó en imposible mi terrenal deseo de alcanzarle el ejemplar de ‘Del rancho al Internet’ que esperaba la firma de su autor. Podría escribir sobre estos dos que abandonaron el mundo temporalmente de la mano, pero cedo ante el hecho de que plumas más autorizadas que la mía recuerdan sus respectivos legados al oficio de Cervantes.

      Es entonces que vuelvo la mirada hacia un deceso local que pasó con pena aunque sin gloria. Hoy escribo sobre ti, Indio Mayta.


      Extraña que en un país en el que es moneda común condecorar cuerpos inertes, se hayan olvidado de ti. Sospecho –y es por tanto una mera especulación- que de haber cantado valsecitos, tonderos, o algún negro landó, hubieran acostado sobre tu féretro la Orden El Sol del Perú. El sepulturero oficial de artistas como Cavero, Jesús Vásquez y Lucho Barrios, habría hinchado el estómago aún más y agitado la garganta en un tu capilla ardiente –acaso algún ambiente del Museo de la Nación-, siempre presto a ser captado bonachón y jaranero frente a cámaras. Sabes de sobra a quién me refiero.

      Pero tú, cajamarquino y celendino al fin, cantabas huaynos y carnavalitos en un país en que la quijada de burro y las castañuelas parecieran haberle ganado la guerra al charango y la zampoña.

      Que no te sorprenda; ejemplos hay como agua al cántaro: Yma Sumac, nuestra única diva digna de ser llamada tal, tuvo que emigrar a los Estados Unidos en los cincuentas para triunfar luego en los más afamados y exigentes escenarios europeos, y plantar su bella imagen de ñusta en películas hollywoodenses. Poco antes de morir retornó a su patria, a la ancestral Pachamama, y el cholo Toledo delegó en su canciller la imposición del ridículo collarín que disfrazaba el más bajo rango de la Orden del Sol. ¡Vaya torpeza y vaya brutalidad! El propio Lucho Barrios tuvo que mudar del huayno al vals criollo para trepar finalmente al bolero y ser el ídolo que fue.

      Cuando se hace referencia a la música criolla se usa el muy apropiado término de ‘música peruana’. Los huaynos, huaylas, carnavalitos, yaravíes y tuntunas quedan reducidos a la condición de ‘música andina’, como si no fueran tan peruanos como los golpes de guitarra y cajón.

      Ni tan siquiera las ‘rubias’ y ‘castañas’ folcloristas de hoy (los hombres las prefieren rubias, cual película de la bella Marilyn) rindieron tributo al ícono que eres.

      Hoy te llora Julia Castañeda, tu ‘china Carolina’ y, junto a ella, la campiña cajamarquina de verde suelo y pictórico azul cielo. Te añora esa tierra en la que danzabas al son de los violines de tus fieles Huiracochas; violines que gimen tu ausencia con ecos que el viento arrastra hasta la lápida que en Lima lleva tu nombre: Miguel Ángel Silva Rubio, ‘Indio Mayta’. Tú respondes desde tu eterno descanso con un gutural ¡usha!



Lima, 27 de junio de 2010



4 comentarios:

José dijo...

Bien estimado por el tributo al Indio Mayta, solo que no era chola Carolina, sino china Carolina.

Luis Fernando Poblete dijo...

Propicia la observación de mi colega Gato Randiano. Evidentemente incurrí en un 'lapsus calami' que ya he enmendado. Gracias y saludos.

Leonardo dijo...

en el norte del Perú queremos al Indio Mayta que pena que haya muerto en Lima otro seria el cantar en su Cajamarca Ami me gusta su intrepretacion de Malabrigo De todos modo me llego muy en lo huesos lo que escribiste siendo tu limeño

Anónimo dijo...

mIrE yO nO kOnOsIa oTrA vErSiOn d lA mAtArInA k lA d pEpE aLvA y kReI k eS fUsIoN hUaYnO rOcK nUnKa e vIsTo a eStE tIo eN lA tV nI sAvIa k eXiStIa gRx x el dAtO