El gran Mariscal del Perú don Andrés A. Cáceres Dorregaray, héroe de la Batalla de Tarapacá, y de la resistencia peruana durante la ocupación chilena, conocida como Campaña de la Breña (1881-1883), había nacido en Ayacucho el 10 de noviembre de 1839. Su habilidad para escabullirse del ejército enemigo le granjeó entre ellos el apelativo de 'Brujo de los Andes'. "Parecía estar en todos lados y en ninguno", diría de él Vicuña Mackenna. Los montoneros que reclutó para la guerra, solían llamarlo 'Tayta Cáceres' por su trato paternal hacia ellos, a quienes se dirigía a menudo en quechua. Llegó a transportar cañones desde Lima hasta la sierra escondidos en ataúdes, fingiendo toda la parafernalia de un cortejo fúnebre. Fue un resuelto opositor al Tratado de Ancón de 1880 que suponía la cesión territorial perpetua del departamento de Tarapacá, y desconoció la presidencia títere del general Miguel Iglesias, a quien solía referirse como 'hacendado con galones' o 'Barón de Montán': Bien lo sabía, quien ocupaba espuriamente el Palacio con bandera chilena era Manuel Baquedano, mientras Lynch se dedicaba a saquear las haciendas azucareras del norte.
El general Cáceres ocupó dos veces la presidencia constitucional de la República. Su primera gestión abarcó desde el 3 de junio de 1886 hasta el 10 de agosto de 1890. La segunda (la más controvertida) se inició el 10 de agosto 894, siendo interrumpida de manera abrupta por la revuelta de Nicolás de Piérola, hombre experto en derrocamientos, pero pésimo estratega militar por no haber seguido la carrera de las armas. A la impericia del 'Califa' Piérola en estos menesteres, se debió años antes el fracaso de las líneas defensivas de Lima que él mismo había dispuesto.
Durante su ancianidad, transcurrida en el balneario de Ancón, Cáceres se avocó a dejar plasmadas sus memorias con la ayuda de su hija Zoila. Ella le repreguntaba ciertos datos que el Mariscal a baja voz, pero llena de convicción quería recordar y dejar en papel lo que había visto en aquella guerra que con justeza debió ser llamada del Salitre y no del Pacífico.
- No soslayes a mis montoneros y sus rabonas -interrumpió-. Tu madre Antonia y yo comíamos junto a ellos, "chacchállabamos" con ellos.
Una pena invadió su alma. Zoila, se alarma. "¡Prado, Pradito!", susurró él: había luchado por la independencia de Cuba, a su regreso al Perú se puso a mi órdenes. ¡Qué prodigio de hombre y joven oficial al dirigir su propio fusilamiento!
En 1920, por acuerdo del Congreso de la República, el presidente Augusto B. Leguía le entregó el bastón de Mariscal del Perú, escena que ha sido perennizada en el bello mural que corona la residencia que el Estado peruano tenía destinada para el Héroe de la Breña (hoy sede de la Benemérita Sociedad Fundadores de la Independencia, en la avenida Arequipa). Cáceres no alcanzaría a ocuparla.
Aquel 27 de noviembre de 1879, Belisario Suárez, jefe del Estado Mayor peruano daba por perdida la batalla. Grau ya había muerto y el mar era de valor estratégico para la recepción de armamentos; el Independencia había encallado y el Huáscar no tenía más a su gran comandante. Ante su asombrada mirada vio cómo junto a Bolognesi, Ugarte y otros, el coronel Cáceres se sobrepuso a una herida y pidió montar su caballo y reincorporarse al frente del Zepita. Sobre el suelo tarapaqueño quedaron inertes los cuerpos de 517 chilenos y 236 españoles. Victoria pírrica, debida a la infantería peruana; no había caballería suficiente para alcanzar a los chilenos que corrían desesperados.
Es la integridad la que forja el coraje de un militar y del deber servido, no importando la superioridad numérica. El mariscal Andrés A. Cáceres Dorregaray, lo sabía y los encaró sin dobleces.
El 10 de octubre de 1923, exactamente un mes después de haber cumplido 86 años, el guerrero rindió el alma al Creador en su casa de Ancón, al norte de Lima, acaso acariciado por la brisa marina.
Lima, 27 de noviembre de 2025

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