Tan solo la composición de su monumental Diccionario de la Legislación Peruana, justificaría que a 191 años de su nacimiento, veamos en Francisco García Calderón Landa al paradigma del abogado nacional. Fue precisamente por su reputación de brillante jurista que, convocado por una junta de notables, ocupó la presidencia de la República aquel álgido año de 1881.
Gobernando desde la Quinta de los Libertadores, en la Magdalena Vieja, rehusó la intimación enemiga de ceder la provincia litoral de Tarapacá. Su argumentación negaba tempranamente el ‘derecho de conquista’, hoy proscrito del orden internacional, y su actitud lúcida y enérgica era un escollo contra el que se daba de bruces el enemigo. Había que intimidarlo, arrestándolo y deportándolo a Chile.
Debía firmar la paz cediendo Tarapacá. La respuesta del arequipeño, cautivo ya, desconcertó al invasor: “La soberanía del Perú, origen de mi poder, no está sujeta a la autoridad de Chile, ni desaparecerá aunque todo estuviera ocupado". Solo lo dejaron libre cuando Miguel Iglesias, ‘Presidente Regenerador’ por voluntad del enemigo, auspició la firma del Tratado de Ancón que cedía a perpetuidad la provincia de Tarapacá, en 1883.
En 1886 ocuparía la presidencia del Senado de la República y la rectoría de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue, asimismo, el primer presidente de la Academia Peruana de la Lengua, fundada en 1887.
Moriría en Lima el 21 de septiembre de 1905, a la edad de 71 años. En un país acostumbrado a conmemorar las muertes y olvidar los natalicios, se celebra al abogado peruano, recordando la vida de don Francisco.
Un fraternal saludo a todos los profesionales del Derecho, y hoy, más que nunca, defendamos causas justas ('Orabunt causas melius').