martes, 26 de octubre de 2010

EL DESCANSO DE PAUL


      Paul no es McCartney ni es Simon. Fue un vidente de ocho brazos que alcanzó la fama pronosticando certeramente el desenlace de los partidos del Mundial de Sudáfrica 2010. No pedía portadas ni billetitos verdes a cambio de sus dotes. Sus aspiraciones fueron más humildes: saciar su glotonería a punta de trozos de mejillón. Algo convenido, es verdad, aunque sin el lucrativo afán de quien busca un contrato. Tampoco pecó de parlanchín como esos comentaristas chistosamente acorbatados y de ceño fruncido. A diferencia de ellos, no creyó en ‘favoritos’: le bastaban dos cajitas con las banderas de los países en disputa, para callarles la boca a los cretinos que cobran por verborrear. Por si fuera poco, no tuvieron que pagarle estadía en hoteles, ni trasladarlo a los estadios, porque sus reportes los despachaba desde su hogar en Oberhausen, Alemania.

      Convertido en celebridad –él ni enterado-, fue sin duda el personaje del campeonato; le robó protagonismo a todos, y cuando digo a todos, es a todos, incluyendo a los españoles que quisieron nacionalizarlo. Como todo buen teutón, terco y pragmático, rechazó la invitación. Ya estaba algo entrado en años como para emprender viajecitos a título de trofeo de guerra y, encantado con la idea de saberse imagen del próximo Mundial, resolvió jubilarse. Se lo merece más que todos sus predecesores, algunos de ellos, híbridos perfectamente olvidables: una naranja con patas, un ají con bigotes, y un alucinado garabato con tufillo a manga nipona, entre los que recuerdo con no poco esfuerzo.

      Hoy ha muerto ese visionario y estas líneas improvisadas a manera de obituario, me saben a pálido homenaje, quizá porque aún no he almorzado y el hambre me rinde. Una cosa te prometo, estimado Paul: no comeré cebiche de pulpo nunca más.



Lima, 26 de octubre de 2010

1 comentario:

Leonardo dijo...

Que rico escabeche haria con el ademas si te comes un pulpo inteligente algo se te tiene que pegar XD