jueves, 4 de agosto de 2011

LA BALADA DE LA GEISHA BULLANGUERA


El pasado martes 2 de agosto, la congresista fujimontesinista Martha Chávez fue suspendida de su actividad parlamentaria por ciento veinte días, sin goce de haber, por el bochornoso escándalo que protagonizó en la ceremonia oficial de asunción del mando del presidente Constitucional de la República, Ollanta Humala Tasso. Estoy de acuerdo con el fondo de la suspensión de la vocinglera parlamentaria que pretendió deslucir el acto de toma del poder de un presidente elegido democráticamente, llegando al inadmisible desplante de darle la espalda al jefe de Estado ante la atónita mirada de los mandatarios y altos dignatarios extranjeros que se dieron cita en el Palacio Legislativo. En lo que no puedo estar de acuerdo es en la forma, vale decir, que las deliberaciones se llevaran a cabo en sesión reservada pues, la naturaleza de la también llamada sesión secreta, procede sólo en casos de seguridad nacional o cuando está de por medio la intimidad de una persona.


      Al margen de mi discrepancia con la forma, reitero mi beneplácito por la suspensión de la señora que, añorando los años de la nefasta dictadura de su líder de banda, Alberto Fujimori, no dudó con su vergonzoso bochinche del 28 de julio, replicar las prácticas parlamentarias del fujimontesinismo durante los noventa: armar escandaletes en las sesiones del pleno, elevando junto con Luz Salgado y Carmen Losada sus nada corales y desafinadas voces, llegando al insulto destemplado y gratuito, como forma de acallar a la oposición. Chávez creyó que el hecho de formar parte de la hoy nutrida bancada fujimontesinista, les da patente de corso suficiente como para suponer que el Perú, podrá seguir tratado cual si fuese la ‘chacra’ de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, de quienes fueron tan diligentes y genuflexas defensoras las entonces ‘chicas superpoderosas’.





      Mientras más observo la deshonrosa batahola que nos obsequió la señora Chávez el 28 de julio -secundada luego por Salgado- más me convenzo de que, víctima del síndrome del mal perdedor, algo habríamos de esperar de ella, durante el discurso inaugural del presidente Humala. El pretexto lo encontró en que éste jurara invocando los principios y valores de la Constitución Política de 1979.

      Veamos: el presidente del Congreso, Daniel Abugattás, le toma el juramento a Humala invocando artículos de la Constitución de 1993, acto seguido, el presidente electo jura “defender el orden constitucional”, para luego decir que se inspiraría “en los principios y valores de la Constitución Política de 1979”. ¿Qué significa “defender el orden constitucional”? Algo tan sencillo como decir que respetará y hará respetar la Constitución vigente que es, justamente, el basamento del orden constitucional. ¿Qué quiere decir en buen castizo que se “inspirará en los principios y valores de la Constitución de 1979”? Que actuará en consonancia con el espíritu humanista de esa Carta que está recogido en su bello Preámbulo. Nada más.

      Otros, como Martha Chávez, han juramentado como congresistas invocando a un criminal sentenciado por la justicia peruana por crímenes de lesa humanidad y condenado a 25 años de cárcel, y nadie le ha increpado a voz en cuello semejante alusión pese a lo deleznable que significa honrar a un delincuente. Y recordemos que ese mismo delincuente, es decir, Alberto Kenya Fujimori, juró la presidencia de la República en 1990 ante la Constitución de 1979, indicando que la respetaría y haría respetar. Un año, ocho meses y ocho días después, devaluaba su palabra dándole un puntapié a la Carta Magna en el contexto de su autogolpe de Estado, convirtiéndose en adelante en perjuro y en implacable dictador, razón por la que no deja de ser delirante –guardando fidelidad con su estilo- que la suspendida parlamentaria Chávez se refiera al presidente Humala como un “dictador que quiere implantar el odio de clases y el estatismo para quitarle los ahorros y propiedades a la gente”. Se trata de la misma señora que dijo que los nueve estudiantes y el profesor de La Cantuta que la dictadura de Fujimori secuestró, fusiló, y quemó, se habían “autosecuestrado”. Desopilante como ella sola, la doña. Fiel a su estilo, reitero.



Lima, 4 de agosto de 2011