Sobre la nominación al Oscar de la película peruana ‘La Teta Asustada’ de Claudia Llosa, y de las asustadas reacciones racistas de algunos ‘líderes de opinión’.
La peruanísima Teta de los olvidados pasea sus encantos por Hollywood bajo los ropajes de las bellas Claudia Llosa (directora) y Magaly Solier (protagonista), codeándose con la crema y nata de la aristocracia del séptimo arte. Lo hacen de igual a igual, y la sagrada ciudad del celuloide las arrulla y colma de atenciones. Los sonrientes rostros de la limeña y de la huantina congelan sus imágenes para el álbum junto a los protagonistas de más de un sueño diurno y nocturno de veraneantes de Asia (léase 'Eisha', para no perder el alienado encanto de lo huachafo).
Sin duda alguna, la noche del domingo 7 de marzo, seremos los más entusiastas televidentes de la ceremonia de entrega de los premios de la Academia gringa: el Oscar. Veremos esa emisión con el mismo fervor con que algunos semi suicidas veían hasta hace algunos meses los partidos de eliminatoria de lo que en el Perú se llama sin asidero alguno ‘fútbol’. Pero, a diferencia de aquellos negados peloteros, e independientemente del resultado, veremos y acogeremos en suelo patrio bajo el incienso de la multitud, a esas dos ganadoras natas. Desde Tumbes hasta Tacna y desde la orilla del Pacífico hasta nuestros límites en el este, entre lo amazónico y altiplánico, estaremos pendientes de lo que suceda, hermanándonos con las emociones de la mancuerna Claudia Llosa-Magaly Solier / Magaly Solier-Claudia Llosa, en lo que significa la primera nominación a la ansiada presea de una película peruana; sin duda, la edición del Oscar que le hubiese encantado transmitir al legendario y recordado Pepe Ludmir.
Ahí están ellas, película bajo el brazo, Oso de Oro de Berlín ganado y celebrado en quechua a modo de currículum vitae, amenazando los más imbéciles y retrógrados prejuicios con un potencial Oscar que promete ser paseado por las callecitas de Huanta, como ofrenda a los apus vestidos del verde que es ceja de selva y mausoleo de muchas muertes que son fastidiosas de recordar para algunos señoritos y señorones, que pintan más de figurones, bastante ridiculotes.
Poco importa si no se hicieran de la dorada estatuilla cuando esa Teta erguida, joven y piel canela rozó ya con sus encantos el merecido banquete de la fama y, más íntimamente, el incondicional afecto de sus hermanos peruanos menos resentidos, de los que no esconden la cholitud bajo la alfombra por el “¡ay no, nos van a creer salvajes!”, como plasmara en su columneta un desubicado cagatintas que funge de director de un diario y finge de inteligente ante las cámaras. La serrana Teta les ha petrificado el hígado a los tarados como él, que de tanto ver hueveras de pescado por todas partes, en obsesión paranoica, se ha convertido en auténtico huevón. Ese mismo que, en gesto de nula y negada caballerosidad, llegó incluso a preguntarse si Magaly Solier era lesbiana. ¿Será que, además de huevón, también es grandísimo maricón?
Bajo los velos de la ficción y de la anécdota, de la metáfora y de la licencia creativa, la teta proyecta lo que el olvido y la marginalidad procrean a velocidad de huayco en las afueras de Lima, ya en el Manchay de la película, ya en los pueblitos del Ayacucho natal de Magaly. Muestra los rostros que no les gusta a unas que incluso sientan soberanas posaderas en la discutible covacha de ladronzuelos que tan pomposamente llamamos ‘Congreso’. Exhibe caras que en criollaza mofa, sirven sólo para vender chullos, como anotó un brillante actor que jamás pisará la roja alfombra que adorna el vestíbulo del Teatro Kodak; esa que recogerá los pasos de la “vendedora de chullos”, que todo indica es mejor actriz de lo que sus pantalones de respetuoso caballero le permiten a él.
Que de la película opinen los críticos, y que más allá de sus doctos comentarios prime en cada mente el mensaje que les plazca, y si no le encuentran ninguno, bien también; si sólo les sirvió para la canchita, para la bebida helada en gigantesco vaso plástico, o para chapar con la pareja en la penumbra de la sala de un multicine, enhorabuena.
Yo me quedo con unas palabras que pecando de humildes en un ambiente en donde tantos Don Nada se crecen por encima de sus semejantes simulándose rascacielos de cumbres inalcanzables, describen al ser de valía, al que por encima de poses estilizadas, sigue siendo ella misma dando así una magistral muestra de auténtica grandeza a los fingidos e ídolos de barro cocido, y es que sé que esa bella mujer huantina que encarna a la entrañable ‘Fausta’, con o sin estatuilla, luego de las grandes comilonas hollywoodenses, volverá a su chacrita a criar sus cuyes, y entre ida y vuelta a la Esmeralda de los Andes, seguirá adueñándose de nuestra pantalla grande de la que ya es reina y señora, como lo es Jesús Vásquez para nuestra música criolla. Así se lo prometió a su madre desde la Meca del cine, y yo lo creo. Palabra que yo le creo.
Esta noche de caluroso marzo limeño, los peruanos donde quiera que nos encontremos, sea en el Perú o en el extranjero, seremos todos, independientemente del género, metafóricamente ‘tetones’, mientras unos pocos seguirán siendo celebérrimos tetudos, sin metáfora ni entrecomillado alguno.
Lima, 7 de marzo de 2010